Enero
- abril 2023 - Volumen 5 - No. 13
ISSN: 2708 - 7794
ISSN-L: 2708 - 7794
Pp 38 - 45
www.revistamerito.org
La formación en valores y principios en el trabajo asociado
cooperativo
Training in values and principles in cooperative
associated work
Diony Alvarado
dionyalvarado@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2046-4331
Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela
Artículo recibido en
octubre 2022 | Arbitrado en noviembre 2022 | Aceptado en diciembre 2022 |
Publicado en enero 2023
Resumen
El presente
artículo tiene como propósito general reflexionar sobre la formación educativa
en el trabajo asociado cooperativo. En ese sentido se describe y contrasta
previamente la educación para y el trabajo, con los planteamientos
paradigmáticos para la formación y capacitación laboral, en los nuevos esquemas
organizativos emergentes de los cambios tecnológicos en el desarrollo
capitalista en la era de la globalización. Posteriormente se señalan los
valores y principios que identifican a las asociaciones cooperativas, conforme
a la Declaración de Identidad Cooperativa de la Alianza Cooperativa
Internacional de 1995 y la Ley Especial de Asaciones Cooperativas de 2001, y se
plantea el diseño de estructuras horizontales y transversales de formación,
para el desarrollo integral de esos valores en el trabajo asociado cooperativo.
Y se concluye finalmente, que desde una perspectiva
axiológica, existe una necesidad ineludible de incorporar en la formación
integral de los trabajadores asociados, los valores y principios que definen a
las organizaciones cooperativas.
Palabras
clave: Educación; Trabajo;
Cooperativas; Valores; Principios
Abstract
This article has the general purpose of reflecting on
educational training in cooperative associated work. In this sense, education
for and work is previously described and contrasted, with the paradigmatic
approaches for training and job training, in the new organizational schemes
emerging from technological changes in capitalist development in the era of
globalization. Subsequently, the values and principles that identify
cooperative associations are indicated, in accordance with the Declaration of
Cooperative Identity of the International Cooperative Alliance of 1995 and the
Special Law of Cooperative Associations of 2001, and the design of horizontal
and transversal training structures is proposed. , for the integral development
of these values in the cooperative associated work. And it is finally concluded
that from an axiological perspective, there is an unavoidable need to
incorporate into the comprehensive training of associated workers, the values
and principles that define cooperative organizations.
Keywords: Education; Worked;
cooperatives; Values; Beginning
INTRODUCCIÓN
Para alcanzar el desarrollo
de la persona y el respeto a su dignidad, según el artículo 3 del texto
constitucional, los procesos fundamentales son la educación y el trabajo. Bajo
ese mismo espíritu, el artículo 102 expresa que la educación tiene como finalidad
desarrollar el potencial creativo y pleno ejercicio de la personalidad de cada
ser humano, en una sociedad democrática basada en la valoración ética del
trabajo.
En ese sentido, en marco
normativo laboral, establece que la formación para y en el trabajo, debería
estar encaminada al desarrollo tanto de las competencias para ejercer una
determinada arte, profesión u oficio, como de la personalidad y sentido de
ciudadanía de los trabajadores. Eso implica generar las oportunidades para la
formación social, técnica, científica y humanística de los trabajadores, para
estimular el desarrollo de sus capacidades productivas, en los procesos de
producción de bienes y servicios.
En los centros de trabajo se
debería asegurar la incorporación al trabajo productivo y solidario, mediante
la formación técnica de los procesos productivos (Ugalde, 1993). Pero no
agotándose en la formación técnica de las distintas operaciones, sino abarcando
una formación integral de los ciudadanos. En este sentido, las asociaciones cooperativas
juegan un rol importante, ya que su propia esencia radica en la dualidad del
trabajo asociado y los valores solidarios e igualitarios implicados en el
mismo. Es por ello que, dentro de su particularidad, y dilatada trayectoria
histórica, las organizaciones cooperativas representan ambas caras del proceso
educativo para y en el trabajo.
En el presente artículo se
aborda primeramente algunas consideraciones entorno al discurso educativo y el
trabajo, a los paradigmas que configurar las nuevas formas organizativas del
trabajo, en base a los avances en la llamada cuarta revolución tecnológica.
Luego el papel de las cooperativas y la formación, conceptos que están
íntimamente vinculados. Y finalmente, los valores y principios inmersos en ese
proceso educativo de las asociaciones cooperativas, y las estructuras y
espacios de formación necesarios para ello.
Consideraciones entorno al discurso educativo y el trabajo.
El discurso educativo
entorno al trabajo en general, tradicionalmente ha obedecido a una racionalidad
técnica dentro de modelos tecnoformativos, con el
propósito de producir recursos humanos para atender los requerimientos del
mercado de trabajo, que en el fenómeno de la
globalización, persiguen aumentar la competitividad a través de las Tecnologías
de la Información y la Comunicación TICs (Parra,
2013:17).
Los modelos educativos, y de
la educación para y en el trabajo, buscan una homogeneización relativa con una
estandarización en aumento (Rojas, 2007). A lo largo de la historia las
revoluciones tecnológicas han transformado los sistemas productivos, y en el
mundo globalizado mediado y transformado por las Tecnologías de la Información
y la Comunicación, no es la excepción. No obstante, la formación para y en el
trabajo, como fuente del recurso humano para la explotación de la fuerza de
trabajo, con el objeto de afianzar esa transformación, no estaba tan presente
en el discurso como ahora, en relación al mercado de trabajo, la formación por
competencias, y el emprendimiento.
La tendencia a la modificación
de los procesos educativos, por exigencias del mercado de trabajo en la era de
la globalización, algunos la califican como conservadora, en razón de que no
altera el modelo de acumulación de capital (Parra, 2013). Esta visión de la
educación, contrasta con la que reclama una transformación educativa, que
implique un cambio profundo
de paradigmas, que involucre el desarrollo humanista
dentro del propio trabajo; que resulta intrínseco a la educación cooperativa.
Existe un cuestionamiento
epistemológico desde la posmodernidad a la vigencia del pensamiento racional,
cimiento para la edificación de las estructuras de la llamada modernidad, que
focaliza desde el discurso científico racionalista la formación para y en el
trabajo. Para los pensadores posmodernos, una transformación en la educación
requiere materializar una “reforma del pensamiento” en los modelos epistémicos,
pedagógicos y organizacionales tradicionales (Lanz y Ferguson, 2011:186). Otros
pensadores más comedidos, afirman que la postmodernidad no implica
necesariamente una ruptura drástica con la visión cultural tradicional
occidental, sino “un estilo de discurso y una orientación teórica adicionales,
en competición con las restantes orientaciones teóricas existentes en el mundo
moderno” (García, 2011).
En contraste, ese discurso
del fin del pensamiento moderno es rechazado por otros pensadores posmodernos
como Giddens, Hutton y Ranciere, que evalúan que el
concepto de progreso y desarrollo modernos, sólo se amoldan y reconfiguran
conforme a los cambios sociales periódicos del capitalismo, y que tales
transformaciones educativas en realidad sólo se acoplan a dicha lógica (Parra,
2013:20).
Como ya se ha mencionado,
las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en la llamada cuarta revolución
industrial, configuran una nueva modalidad de acumulación capitalista,
independiente de la tradicional explotación de la fuerza de trabajo física, que
aprovecha la aplicación del conocimiento al conocimiento mismo, centrada en
dicho proceso dentro de un marco de racionalidad propio, tal como lo expresa
Drucker (1998). Esto genera un régimen basado en el conocimiento, que se
expresa en los conglomerados tecnológicos y centros de investigación
empresariales, y sus ramificaciones en los procesos e instituciones de
formación de los recursos humanos.
Esos cambios paradigmáticos
se pueden observar en el discurso educativo en el plano laboral, cuando se
sustituye la noción de recurso humano por el talento humano, y gasto educativo
por inversión educativa. Igualmente surgen nuevos modelos de organización
productiva, que cambian la tradicional estructura gerencial vertical y
centralizada, por estructuras horizontales y descentralizadas organizadas en
redes de comunicación. El cambio educativo desde este discurso, se fundamentan
en las ideas de progreso y excelencia, desarrollando un perfil ético derivado
de los niveles de productividad, competitividad y excelencia (Parra, 2008).
En ese sentido, se afirma
que se sustituye al viejo patrón laboral por uno basado en la microelectrónica,
que apareja un marco de subjetividad transfigurativo
que redefine los escenarios clave de la dimensión humana. Nace entonces una “neo-subjetividad gnoseo-epistemoelectrónica”
(Parra, 2006; 2008; 2013), que modifica las prácticas y costumbres sociales,
consecuencia de las transformaciones en la sociedad de la información o del
conocimiento. Sin embargo, esa demanda de una educación para la formación de un
recurso humano cualificado, para busca satisfacer la demanda de fuerza de trabajo
para determinadas competencias en tecnologías disruptivas, demanda también
contemplar la solidaridad y ciudadanía activa, ya que las tensiones entre
capital y trabajo no desaparecen, sino que muestran un nuevo rostro.
La década de los ochenta y
noventa del siglo XX, procuró generar una educación transnacional,
descontextualizada de la realidad regional (García, 1996). Pero ante el grave
problema de la desigualdad social, la educación siempre ha constituido una
solución para procurar una mayor inclusión social, entendida ésta como un
derecho humano que abarca a todos los niveles y procesos educativos, incluyendo
la formación para y en el trabajo. Entonces el debate sobre determinar qué
conocimientos son necesarios para el desarrollo social, se convierte también en
un debate sobre la sociedad que se necesita construir. En ese sentido, los
conocimientos son también bienes exigibles por parte de los ciudadanos. Eso
obliga a replantearse la ciencia como una función social, que permita la
sostenibilidad, la convivencia, la preservación de la diversidad. Algo que
implica aceptar que la equidad epistémica, para proteger los conocimientos
ancestrales, en coherencia con los conocimientos y las tecnologías como bien
común.
Las necesidades económicas
crematísticas de incrementar la competitividad conforme a las reglas de juego
del mercado tecno-globalizado, no pueden ser el único elemento a considerar en
el hecho social trabajo, ya que los fines espirituales de la educación para y
en el trabajo, superan las metas exclusivamente economicistas. En ese sentido,
son las fuerzas que conforman el andamiaje gnoseológico, lo que conlleva al
replanteo de la racionalidad dentro de las organizaciones humanas, incluidas en
ellas las organizaciones del trabajo, direccionándolas en la era de la
posmodernidad, hacía la responsabilidad social (Parra, 2018).
En ese sentido, la educación
debe dirigirse al compromiso compartido de una ética de la responsabilidad
social. Producir una ciudadanía proactiva a través de la masificación del acceso
al bien público del conocimiento, para lograr un efectivo ejercicio de ese
derecho humano (Albornoz, 2001). Por lo tanto, no se trata de asimilar
acríticamente las exigencias globalizadoras que dibujan una neosubjetividad
del patrón micro-electrónico; sino rebasar el modelo
de aproximación a los saberes de la lógica tecno-burocrática, permitiendo una
comprensión de la complejidad gnoseológica, que permita reconocer el valor de
la intuición y las emociones, más allá de la racionalidad moderna y sus límites
epistémicos.
El papel de las Cooperativas y la formación.
Las organizaciones
cooperativas, representan un modelo de empresa de trabajo asociado, donde la
distinción entre capital y trabajo de las empresas mercantiles desaparece, y es
el propio trabajo de los asociados laborando en conjunto, que se convierte en
la fuerte de los ingresos de esos asociados, que son repartidos mediante
anticipos societarios. En ese sentido, esta peculiar forma organizativa de la
llamada Economía Social, está consagrada en el artículo 2 de la Ley Especial de
Asociaciones Cooperativas, que las define como:
Asociaciones abiertas y flexibles, de
hecho y derecho cooperativo, de la Economía Social y Participativa, autónomas,
de personas que se unen mediante un proceso y acuerdo voluntario, para hacer
frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales
comunes, para generar bienestar integral, colectivo y personal, por medio de
procesos y empresas de propiedad colectiva, gestionadas y controladas democráticamente.
Se trata entonces de un
modelo de empresa democrática y participativa, que
desde su origen al principio del siglo XIX, “se ha distinguido por la
adecuación de sus acciones a unos principios de funcionamiento que, junto con
los valores a los que aspira, conforman su identidad” (Martínez,
2016:1). Esa identidad la conforman un conjunto de rasgos que la distinguen del
resto de las empresas.
En
ese sentido, para poder compaginar con la identidad cooperativa, que la distingue
del resto de las empresas sustantivamente, la formación para y en el trabajo, y
los valores y principios cooperativos, deben estar reflejados en las
estructuras organizativas y espacios de formación, dentro del propio proceso
productivo.
Los valores y principios inmersos en ese proceso educativo de las
asociaciones cooperativas.
Esos
valores que identifican a las asociaciones cooperativas están plasmadas en la Declaración de Identidad Cooperativa de la
Alianza Cooperativa Internacional, promulgada en el congreso por el centenario
de la alianza en 1995, en la ciudad de Manchester, Reino Unido. Esta identidad
coloca a las cooperativas en el camino a la sostenibilidad económica, social y
medioambiental (Martínez, 2016). Estos valores son:
Fuente: Declaración de
Identidad Cooperativa ACI 1995
Igualmente se consagran un conjunto de
principios generales del movimiento cooperativo internacional, por los cuales
se expresan esos valores cooperativos, y entre ellos destaca la educación,
formación e información, como se muestra en el siguiente cuadro:
Fuente: Declaración de
Identidad Cooperativa ACI 1995
Como ya se había
mencionado, la formación es un principio cooperativo establecido a nivel
internacional en la Declaración de Identidad Cooperativa; y en el marco
normativo venezolano, constituye una obligación de las organizaciones
cooperativas conforme a los artículos 41 y 54 de la Ley Especial de
Asociaciones Cooperativas. La formación grosso modo, persigue alcanzar
aptitudes o habilidades físicas o intelectuales, tanto en lo físico o
intelectual, entre los cooperativistas. Sin embargo, por su componente
axiológico, reflejado en los valores cooperativos, ésta debe elevarse por
encima de la mera enseñanza técnica en un arte, profesión u oficio, procurando
el desarrollo integral humanista.
Las cooperativas para poder perseguir
esos objetivos, deberían integrar espacios de confluencia de procesos
transversales formativos, en donde cada instancia de la organización entiende
que la educación es integral inmersa en las actividades que realiza. En ese
sentido, la educación desde la visión de Pablo Freide,
implica el dialogo manifestado en la palabra, en una unión indisoluble entre la
acción y la reflexión, y en consecuencia de la praxis:
Una de las
características del hombre, es que, el hombre es sólo él, hombre. Sólo él es
capaz de tomar distancia del mundo y de la realidad de la cosa distante.
Únicamente el hombre puede alejarse del objeto para admirarlo. Al objetivar y
admirar (admirar tomado aquí como sentido filosófico) los hombres son
conscientes de actuar sobre la realidad objetivada. Esto precisamente es la
praxis humana, la acción-reflexión del hombre sobre el mundo, sobre la realidad
(Fraide citado por Torres, 1977:110).
Eso
implica, que antes de ingresar a la organización, es pertinente aplicar
talleres de inducción, donde se transmitan los valores de la organización,
aspectos históricos y operativos. El tema axiológico guarda especial
importancia, como el valor de la libertad laboral, la autonomía, las relaciones
de confianza y la honestidad, dentro de los valores y principios de la
organización. Igualmente la discusión en mesas
redondas con un sentido horizontal, facilita el proceso, ya que el papel del
educador:
No es propiamente
hablar al pueblo sobre su visión del mundo o imponerle esta visión, sino
dialogar con él sobre la suya y la da de él. Su tarea no es hablar, disertar,
puesto que es problematizar la realidad concreta del educando, mientras
igualmente se problemiza (Freide
citado por Torres, 1977:149).
Cuando
ocurre el dialogo en un espacio institucionalizado para ello dentro del propio
centro de trabajo, ocurre una formación en la acción y en la reflexión, que
humaniza y transforma el entorno. Por tanto, se podría afirmar que la palabra
que no acompaña la acción, se convierte en simple retórica, pero cuando se
centra sólo en la acción sin mediar la palabra, resulta en un simple activismo
sin propósito. Es en la dialéctica donde se produce la praxis que transforma al
mundo (Martínez y Sánchez, 2014:1).
Todos esos espacios para la fusión del
dialogo y acción, para y en el trabajo asociado cooperativo, están
transversalizados por una interpretación del mundo, que genera respaldo o
cuestionamiento a los paradigmas imperantes, desde la perspectiva del modelo de
sociedad que se desea construir o desconstruir desde
la organización cooperativa.
En el siguiente cuadro, podemos observar
como las variables: trabajo, educación y valores, se integran en el mismo
proceso productivo mediante espacios de dialogo y acción, configurando el
trabajo asociado cooperativo, como una síntesis de la dialéctica entre los
factores:
En esas estructuras horizontales, autogestión y de autonomía
juegan un papel relevante. Al respecto Walter Kohan (2020), manifiesta que el
valor de la innovación es necesario implementarlo para buscar nuevas formar de
aprendizaje en convivencia. Carlos Calvo (2014), cuestiona la educación
conductista de producción de ciudadanos funcionales para un sistema de
jerarquías, acumulación e individualismo. Zibechi
(2014) expresa que la transformación social se origina en los modos cotidianos de
relacionarnos, sin imponer la transformación desde el poder. Humberto Maturana
(1992) considera que es necesario conversar los sistemas de relaciones humanas,
reconcomiendo la importancia de las emociones en el accionar ético,
transformando a través de la reflexión los deseos.
En ese sentido, la estructura
organizativa descentralizada, apareja un trabajo asociado horizontal entre
iguales, con una formación transversal en todas las actividades productivas del
centro de trabajo:
CONCLUSIONES
Los planteamientos
paradigmáticos surgidos en el mercado de trabajo globalizado y reconfigurado
conforme a las exigencias de los cambios tecnológicos, para producir una fuerza
de trabajo acorde con sus demandas, a pesar que plantean una horizontalidad de
las estructuras productivas, aun en ellos está inmersos el poder económico que
subordina al trabajador. Es por ello, que las organizaciones cooperativas,
desde su papel histórico, conforman una expresión del trabajo, en asociación y
libertad, acordes con unos valores y principios que las identifican, que
platean una horizontalidad en las relaciones laborales, pero con verdadera
sustancia. Para Paulo Freire, el dialogo expresado en la palabra, reúne de
manera indisoluble, la acción y la reflexión, y su consecuencia se observa en
la praxis. A través del dialogo, las personas se forman colectivamente mediante
la acción reflexiva en el trabajo. Es por ello, que la organización debe ser
una representación en sus estructuras de esa necesidad.
Los valores y principios
recogidos en la Declaración de Identidad Cooperativa de la Alianza Cooperativa
Internacional de 1995 y la Ley Especial de Asaciones Cooperativas de 2001, no
pueden quedarse en mera retórica vacía de contenido, sino que deben impactar en
el diseño de estructuras horizontales y transversales de formación
para y en el trabajo, que permite el desarrollo integral en el trabajo asociado
cooperativo.
Es por todo lo antes
expresado, que desde una perspectiva axiológica,
existe una necesidad ineludible de incorporar en la formación integral de los
trabajadores asociados, los valores y principios que definen a las
organizaciones cooperativas.
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