Septiembre - diciembre 2021 - Volumen 3 - No. 9 ISSN: 2708 - 7794

ISSN-L: 2708 - 7794

Pp 234 242

                                                                                                                                                 

La ética como ejercicio vinculante y de esperanza de la praxis pedagógica en maestros universitarios

Ethics as a binding and hopeful exercise of pedagogical praxis in university teachers

 

 

 


Teresa Karina Córdova Tamayo

karina.cordovat@ug.edu.ec

https://orcid.org/0000-0003-1586-2992

Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Ecuador


Lilly Zambrano

lilly.zambrano@ug.edu.ec

https://orcid.org/0000-0001-5688-5213

Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Ecuador


Lenin Byron Mendieta Toledo

lenin.mendietat@ug.edu.ec

https://orcid.org/0000-0002-8385-898X

Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Ecuador

| Artículo recibido en junio 2021 | Arbitrado en julio 2021 | Aceptado en agosto 2021 | Publicado en septiembre 2021

 

Resumen

Transitamos por los territorios de la ética como ejercicio vinculante de las prácticas pedagógicas que realizan los maestros en la universidad, evocamos con nostalgia los conceptos que Cortina, Estrada y Buxarrais, Poch y  icente, y Flores, quienes emiten criterios sobre este viejo y a la vez joven tema de tertulias y controversias. Interpelamos la praxis pedagógica como el dinamo que transforma la sociedad desde el objeto de conocimiento en interjuego con la ética social, profesional, educativa y docente. Nos convocamos a cohabitar los vastos y des-conocidos territorios de este valor humano inscrito en las  urdimbres vitales del ser, presentamos la postura de que es viable sembrar ilusión y abonar esperanza para cosechar realidades éticas individuales-sociales en donde el profesor universitario es el éti/cultor de la persona profesional que son los otros y a la vez espejo de nosotros.

 

Palabras clave: Ética; praxis pedagógica; Esperanza; docente

 

Abstract

We travel through the territories of ethics as a binding exercise of the pedagogical practices carried out by teachers at the university. We evoke with nostalgia the concepts that Cortina, Estrada and Buxarrais, Poch and Vicente, and Flores, who issue criteria about this old and at the same time young subject of gatherings and controversies. We challenge pedagogical praxis as the dynamo that transforms society from the object of knowledge in interplay with social, professional, educational, and teaching ethics. We summon ourselves to cohabit the vast and unknown territories of this human value inscribed in the vital warps of being. We present the position that it is viable to sow illusion


and fertilize hope to reap individual-social ethical realities where the university professor is the ethic/cultivator of the professional person that others are and at the same time a mirror of us.

Keywords: Ethics; pedagogical praxis; hope; university teacher

 


INTRODUCCIÓN

Abordamos algunos conceptos sobre ética, hilamos en un recorrido histórico retrospectivo varios pasajes literarios que dan cuanta de la ética y sus conceptos, historia y luego nos posicionamos en la ética aplicada relacionando la misma a lo social, profesional y docente, vinculadas a las prácticas pedagógicas que realizan los maestros en la universidad.

Así también, Adela Cortina nos acerca a la ética del docente entrando por la puerta de los valores (que se han puesto de moda) que son dialécticos y nos alerta que estos evolucionan constantemente según la cultura desde donde se los estudie, además, aclara que la llamada ética del sacrificio está en declive y que es la ética de la responsabilidad la que está siendo cultivada.

Graciela Flores con su estudio nos permite conocer la dimensión  ética de la docencia universitaria, nosotros planteamos que el docente posee valores, un gran sentido ético profesional que de manera permanente resignifican su estancia y quehacer en la docencia, que son subyugados por la pasión de ser docentes y denotan sentido de pertenencia al acto de hacer docencia, gracias a Flores comprendemos que la ética en el docente es distinta a la del resto de profesiones.

Mélich & Boixander (2010) enmarcan la educación desde una visión pocas veces tratada que es el del acompañamiento  al otro. Los autores insisten en que en el estudio de la moral se encuentran muchas dimensiones o categorías que se debe trabajar, una de estas es la compasión como acto de acompañamiento en  educación, sin pretender entrar en la otredad, tenemos que imbricarlo a esta ética de la compasión (dentro del salón de clases) porque la otredad es el reconocimiento que se hace del otro como un individuo diferente, como ese sujeto que no forma parte de su contexto sociocultural, pero que está, es un reconocimiento desde el posicionamiento en el territorio –otro- que toma el sujeto en relación con el criterio del otro que está presente en el contexto universitario. Cerramos con la firme idea que el profesor universitario es el éti/ cultor de las personas profesionales.

DESARROLLO

 

Conceptos sobre ética

Como punto de partida tenemos la definición de ética, no sin antes dejar claro que esta tiene un carácter  eminentemente  humano,  humanístico y que es una construcción  social-individual- colectiva. Como concepto tomamos el emitido por el Diccionario filosófico (2020) que señala “la ética es la reflexión racional sobre qué se entiende por conducta buena y en qué se fundamentan los denominados juicios morales”.

La ética está íntimamente relacionada con  la moral, debido a que se sostiene en el análisis racional de la conducta moral del hombre como sujeto social, decimos social porque el hombre es universal aunque existan principios filosóficos que lo enuncien como un ser inédito (Carpio, 2004), sin embargo, esta universalidad viene de una deducción del acto individual del hombre como sujeto social, por tanto, la teoría es estéril cuando la práctica es ociosa (Mendieta, 2020, p. 16).

La ética visita  los  territorios  de  la  moral y los abona, sin embargo, es el hombre quién siembra, cultiva y cosecha de esos campos la moral convertida en principios, normas y reglas de comportamiento. Una vez realizada la cosecha, vuelve la ética reconvertida en la tasadora del acto moral, indaga sobre sus orígenes y procesos de cultivo para comprender su esencia y valorar las condiciones objetivas y subjetivas de la moral como acto, su dialéctica y evolución están sujetas a aquellas fundamentaciones de las que hacemos cuenta en el primer párrafo.


 


Cortina (2013) señala que la ética y su concepto es la gran pregunta porque todos hablan de la ética, pero pocos saben conceptualizarla, proviene del término χαρακτήρας (ethos) que significa carácter, conducta, personalidad. Adela Cortina manifiesta que la ética es forjar el carácter de los hombres (propia conciencia), ya que, sin esa forja, no tenemos voluntad. El carácter puede que sea el producto de una herencia o historia genética, lo importante es forjar ese carácter de forma individual y con ello se forja el carácter colectivo o cultural (p. 31). En otro estudio Cortina, Cortina Orts, & Martínez (1996) aseguran que la ética es indirectamente normativa, y es parte de la filosofía y que reflexiona acerca de las distintas morales y la justificación que tiene el hombre para habitar territorios morales, es por ello por lo que es una disciplina que actúa indirecta y racionalmente sobre las acciones del sujeto.

A lo largo de nuestras vidas vamos creando predisposiciones que en sí es el carácter, por ello resulta imprescindible cultivar el carácter para realizar esa toma de decisiones que se constituye a posteriori en el acto moral que realiza el sujeto. Es preciso mencionar que todas las personas tenemos carácter y por tanto predisposiciones que, en última instancia  nos  permiten  realizar el acto moral, vale decir que, el hombre es constitutivamente moral.

Traemos como  ejemplo el diálogo entre Creonte y Antígona en donde se puede notar las predisposiciones del sujeto que le dan un carácter que es ético, en esta historia contada por Sófocles, los hermanos de Antígona luchan por apoderarse de Tebas, en esta lucha los dos mueren y su tío Creonte asume la corona, este declara que uno  de los hermanos sea enterrado y el otro no, ante esa situación Antígona se revela  y desobedece el decreto por lo cual es arrestada y llevada a juicio frente a Creonte, este muy enfadado, juzga y dictamina la muerte de Antígona (SALVA DIGITAL, 2006).


Hoy que recordamos este sublime pasaje de la literatura clásica de Sófocles y lo entramamos con lo que Adela Cortina conceptualiza como la ética (es forjar el carácter) entendemos de forma ética la decisión que tomó Antígona de enterrar a su hermano, fue ese carácter forjado en ella lo que le llevó a desobedecer el decreto del Rey a pesar de que sabía de la fatal consecuencia que ello le acarrearía.

 

Recorrido histórico

Hacer un recorrido completo por la historia de la ética sería una tarea que nos ocuparía mucho espacio y tiempo, es por ello por lo que abrevamos en pasajes que como línea de tiempo iremos desplegando. La ética vista desde la vera del acto moral (Ethica utens), puede tener su génesis en los albores del Homo sapiens (Ayala, 1980), la ética en cuanto a moral vivida es un atributo que parece surgir desde  la  génesis del hombre, está determinada por la herencia genética, aunque para Cortina (2013) esto sea más bien un constructo social y por ende cultural. Desde nuestros           limitados         reservorios sostenemos  que  estamos   presentes ante   lo que denominamos  “el gen viciado”. Aquí lo explicamos, si abordamos la teoría de la creación divina, en donde Adán y Eva fueron los primeros seres humanos  y recordamos  el pasaje de Caín y Abel en donde Caín asesina a Abel y luego es maldito por Dios Jehová (SANTA BIBLIA, 2009, p. 7), podemos decir que,  desde los albores  de la humanidad el hombre tiene una herencia genética que lo hace cometer actos divorciados con la moral y valorados por la ética como algo que está mal (Ayala,1980).

La evolución histórica de la ética tiene su arjé (de lo que conocemos) en la Grecia clásica, surge como el planteamiento al problema de las normas y conductas que estaban presentes en otros pueblos a los que ellos visitaban, cuando decimos otros, nos referimos al otro desde la otredad, ya que los griegos deciden en ese tiempo, buscar la explicación que les permita valorar las distintas costumbres y formas de vivir y cohabitar de otros pueblos, centran su atención centro en la diversidad y la aspiración a la universalidad del comportamiento humano (Alétheia, 2020).

Camps (2013) asevera que los presocráticos reflexionaban sobre la naturaleza y tan solo rozaban al ser humano o la sociedad, en breve son los Sofistas del siglo V a.C., quienes gestan el diálogo ético y la retórica a través de la filosofía, que permitió comprender el mito y dar argumentación racional a los temas hasta esos entonces considerados como mágicos, propios de la voluntad de los dioses. Son los Sofistas quienes enseñan el saber moral como útil para la vida de los hombres en sociedad, como un saber Agathós (bueno), ya que de eso trata la ética.

La época medieval, es utilizada por los cristianos para devolver al redil a los pecadores (visión teocéntrica). Acuden  al mensaje  del mesías para convencer  a  los  pecadores  que solo sus buenas acciones los acercarán al reino de los cielos, los cristianos se erigen bajo una premisa “amarás al prójimo como a ti mismo”, sin embargo, dejan abierta la puerta para  el  libre albedrío cuando establecen que Dios nos manda a cómo vivir, pero que somos los hombres quienes decidimos como hacerlo, tomando en cuenta nuestra conciencia que nos hace juzgar las acciones (ética del miedo). Con esta premisa de un ser superior, nos encierran en un coto privado que posee la iglesia en donde existen tres ideas a tomar en cuenta: la propia razón del ser, la razón del gobierno humano y la razón universal de Dios o Jesús.


 

Diseño:  Los autores

 


El renacimiento se constituye en la reinvención del hombre como sujeto, es precisamente el atravesar  un período de crisis  lo que se manifiesta con múltiples cambios en todas las esferas culturales y sociales, entre estos cambios se encuentra la aparición de la ética moderna (Sánchez, 1984) en donde se empieza  a dialogar acerca de la dignidad del hombre (cosmovisión antropocéntrica), la religión deja de ser el centro del pensamiento y la acción, el hombre se encumbra como un ser espiritual, corpóreo, sensible, el hombre tiene razón y voluntad.

 

Ética aplicada

Carpio (2004) estudia la ética desde una interpretación filosófica en donde el hombre es el actor principal en el escenario de la ética. Sostiene que el hombre realiza las acciones  porque considera que es un bien, que si pensará que es un mal no realizará la acción, considerando que la virtud ética superior es la justicia y, la virtud dianoética es el acto intelectual del conocimiento, en donde el objeto está allí, siendo el hombre quien le dará la utilidad ética o dianoética. Para cerrar, Gutiérrez (1978) la define como “una ciencia práctica y normativa  que estudia racionalmente la bondad y maldad de los actos humanos” (p. 21).

Al ser aplicada tenemos que recurrir al acto del sujeto que cohabita en sociedad, es aquí donde se entrama la ética social que es la llamada a la valoración del acto moral del sujeto. Por esta vera transitan las realidades colectivas convertidas en normas sociales que hay que cumplir para ser llamado un sujeto éticamente correcto, esta ética tiene tres componentes muy a tomar en cuenta, la familia, la sociedad y el Estado.

Es en el seno de la familia donde se recrean los principios éticos del individuo, aquí  entran en juego el sistema de creencias del sujeto que está supeditado por esos vínculos familiares que son enajenantes (todo en aras de  constituir  al ser humano en ciudadano) para el ser humano que está constituido  desde antes de Na-Ser (Mendieta, 2020). El niño recorre los caminos de la escolaridad y es aquí donde recibe otra dosis de comportamiento ético, si nos damos cuenta, existe una trayectoria vital de aproximadamente 18 años de escolaridad en donde el sujeto va mutando conforme va siendo constituido. A esto es a lo que llamamos la ética social y que Cortina (2013) lo expresa magistralmente cuando dice “Ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética. Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen proliferando con toda impunidad” (p. 1).

La ética profesional es bordada desde las urdimbres de la ética general y entramada con la ética docente que es en fin el camino hacia donde pretendemos llegar. La ética profesional es buscar, inventar y reinventar, aplicar y valorar desde los imperativos de nuestra comunidad profesional, aquellos principios universales de la ética social. En este sentido la ética profesional es el arte de llevar con garbo la profesión, que extrapola a cada una de las profesiones las dimensiones éticas del sujeto y sociedad, desde la dimensión del sujeto, la ética forja el carácter de este como profesional y desde la dimensión de la comunidad (profesional) le permite construir su identidad, su modelo ético (Viera, 2018).

La ética del docente  se refiere  al espacio  de esperanza que se están construyendo  desde  el entramado de nuevos contextos políticos, económicos y culturales, generados por el impulso que otorgan las protestas juveniles que confían en ser incluidos al convite pedagógico que brinda la academia para así gozar del derecho universal a analizar, criticar y proponer nuevas rutas de transformación individual y colectiva. La ética del docente se convierte en el puente entre las universidades y los estudiantes, siendo estos quienes interpelan el quiénes, por qué, cómo y para qué se construye el conocimiento.

Desde este antecedente  decimos que  la ética del docente universitario es el ser, saber, aprender, prever y cohabitar que se entraman en armonioso romance para llevar a cabo el proceso de interaprendizaje, para ello tomamos en cuenta las políticas de estado e institucionales y lo más importante, los intereses de los estudiantes. Si repensamos la docencia como el espacio de Biopoder que existe entre las fuerzas del sujeto que aprende y el sujeto que enseña (Flores, 2014), no queda sino acudir a Hegel (2009) para encontrarnos con la sombría lucha entre docente y estudiante por re-conocerse, los hombres buscan la muerte del Otro, ya que toda actividad del Otro representa la  pérdida  del  estatus  del Yo que soy Otro para él. Dejamos aclarado que nuestra postura es la del encuentro, la del romance dialéctico entre el ser y el conocer.


 


El profesor universitario y sus prácticas pedagógicas desde la dimensión ética. Flores (2018) sostiene que aquellos profesores que dejan huella en la subjetividad de los estudiantes ejercen la tarea con pasión y con compromiso existencial que se traducen en buenas prácticas pedagógicas. Junto a esas buenas prácticas se presentan sin haber sido invitadas al convite, la corrupción en nuestra América Latina y la pandemia que sigue asolando a nuestros  hermanos en el  mundo, ante esto, los profesores de las universidades nos hemos quedado como efigies sin tener capacidad de reacción, principalmente para emanciparnos de la primera pseudo invitada,  en relación  con la segunda y sin pretender proclamar la ética del sacrificio, pero de la ética de la responsabilidad, podemos decir que hemos hecho frente y estamos mutando a territorios hasta ahora poco conocidos para la mayoría de nosotros.

Es nuestro anhelo entrar en el campo de la ética de la compasión en la educación, decimos que el docente universitario tiene la gran oportunidad de realizar un ejercicio espiritual diario, es el ejercicio de la ética de la compasión (Mélich Sangra & Boixander, 2010), trabajando diariamente con pasión y compasión por el otro que está presente y solicita silenciosamente ser cobijado con las mantas del saber pedagógico que solemos llevar a hombros los profesores. En ocasiones, algunas personas interpretan como un acto dislocado con la moral el hecho de llevar la teoría del capital de las caricias hasta el contexto educativo, nosotros decimos que el ser humano requiere del acompañamiento y el gesto amable. Esta es la dimensión ética de la enseñanza que está presente y leudando en cada uno de nosotros (Rovira, 2015).

Afirmamos que es un compromiso con el pensar e imaginar, con el aventurar pensamientos que produzcan una dinámica en el diario cohabitar con los educandos, es dejar sentadas las bases del pensamiento que se abre a la palabra y al debate como gesto del pensamiento para sentar posturas ideológicas, la ética del profesor no es reproducir e informar, es transformar a hombres sociales en ciudadanos. Con esto, nos asentamos en la parcela de las prácticas pedagógicas sosteniendo que la educación tiene un objetivo: enseñar el objeto y los valores éticos y morales; y, un fin: crear las condiciones que permitan al otro su transformación  como  sujeto  individual y colectivo. Por tanto,  nuestra  postura  es  que, el profesor universitario es el éti/cultor de las personas profesionales.

CONCLUSIONES

La ética como ejercicio vinculante y de esperanza de la praxis pedagógica forma parte del entramado de valores inscritos en las urdimbres vitales del ser y presentes en la sociedad, los cuales exigen cualidades que deben poseer los maestros, las mismas que están  relacionadas con el quehacer docente y su vocación. Los presupuestos éticos, como cualquier patrón de convicciones, se establecen en actos personales, y bajo esas perspectivas son materia de la libertad interior de pensamiento, y se pueden manifestar por palabras a otros, y son materia de la libertad de expresión del pensamiento.

Cavilamos y resignificamos sobre ética y su relación con los juicios morales que se entienden por  la   reflexión  de   las   acciones  prudentes o inadecuadas que podrían dañar  a otros. Concluimos que se debe empezar por forjar y preparar a los seres desde su infancia trabajando en su personalidad y amoldando su carácter dado de que este es genéticamente propio y no se puede modificar o cambiar. El objetivo es labrarnos un buen carácter, para procurar desde un sentido humano, de no dañar al otro; del mismo modo, realizar el ejercicio diario de no malograr la confianza de ese otro, porque el cumplimiento  de las promesas se refiere también a ser ético. Las decisiones que se toman en el recorrido de nuestras vidas nos permiten conseguir ciertas costumbres, que se vuelven virtudes o vicios según su naturaleza. Comprendemos que los valores que intervienen en la manera en que los docentes se relacionan con los educandos,  no son generalizables en el sentido de universales trascendentales, sino que son una parte de las prácticas de enseñanza que operan como objetivo de la acción pedagógica.

La ética es histórica social y dialéctica como lo es el hombre que la construye y estudia, desde una praxiología que fortalece sus potencialidades como seres humanos. La ética interpreta lo que es el bien como la pureza de un ser o la ejecución de sus saberes al cumplir su cometido, aquello a que solo él puede realizar. Asimismo, los individuos están encauzados a la práctica plena de la función que les es propia. Dejamos como interrogantes El inconveniente que se produce, en aquel momento, es ¿cuál es la función propia del hombre? ¿hay más de un bien propio del individuo? ¿cuál es el bien más alto y perfecto de los que puede alcanzar el ser humano?

El recorrido a lo largo de la vida es el que permite establecer disposiciones las cuales están relacionadas unánimemente con  el  carácter  y  el acto ético, cuando se realizan acciones para quienes las consideran buenas o malas en la toma de decisiones, es cuando se puede ver si verdaderamente el ser pone en práctica lo que llamamos ética. Además, los eventos significativos que ayudan a construir los sistemas (microsistema- individuo), (mesosistema-familia), (exosistema- educación), (macrosistema-gobierno) en los que se relaciona el individuo tienen relevancia en las conductas morales que ejemplifican para con el sujeto.

Desde el enfoque del humanismo el individuo se responsabiliza y responde por el otro, puesto que supone que hay yo, porque hay competencia, pues el yo es consecuencia de haber sido cuidado por alguien. De forma que la otredad es ampliamente más que un simple intento de aproximación al otro como cuerpo gnoseológico, tampoco  consiste  en subsumir al álter ego en la propia naturaleza identitaria, ni es un impulso esquivo del yo para afianzar el carácter constitutivo del otro. Se trata de un vínculo de índole ético, porque el otro es alguien que convoca, su presencia demanda  al yo una respuesta  responsable  y preocupada. Entonces, entra en este interjuego de valores la alteridad, en la cual el yo puede desvincularse  en un estado de reposo mental por el cual ni afirmamos ni negamos una especie de epojé fenomenológica para conseguir comprender y aceptar las particularidades del otro, sino relación ética, porque: Accedo a la alteridad del Otro a partir de la sociedad que yo mantengo con  él.  Se ajusta a una ética que conlleva del trato entre personas, no del ser ontológico

No hemos impuesto cuadros conceptuales previos o externos, ni intentamos  arribar a generalizaciones acerca de la ética, porque caeríamos en la distorsión del rol del docente universitario. Se ha, prescindido  en asumir una  perspectiva  tecnocrática  de  la  docencia, al considerar a las personas y sus cualidades humanas, como protagonistas fundamentales en el  éxito  pedagógico.  Visto  de  esta  forma, la ética adquiere sentido porque nos permite ser conscientes de que tanto personas como instituciones tenemos la capacidad de cambiar, desde nuestra libertad podemos escoger entre diferentes cursos de acción. Los docentes  universitarios somos quienes tenemos los dispositivos para encaminar y potenciar una ética para el futuro como los autores inéditos del aprendizaje, somos quienes permitimos y damos paso a través de nuestras experiencias a la buena formación del estudiante durante su proceso formativo, siendo estos quienes deben inspirar y sembrar la ética del mañana.

Todo lo que en la Universidad es objeto de consideración, planes de estudios, publicaciones, distribución económica, tiene como telón de fondo la presencia de los estudiantes en la Universidad. Incluso la investigación, que en otros centros obedece a distintas finalidades, tiene su razón de ser, dentro  de la universidad, en la presencia de los estudiantes. La educación universitaria ha de proporcionar una instrucción que como resultado un hábito filosófico cuyas características sean libertad, sentido de la justicia, serenidad, moderación y sabiduría.

Esa labor  de la Universidad  ha de llegar,  en gran magnitud, por medio de la actividad educativa de los profesores que la integran, una práctica docente que ha de ser bien ejercida. Las funciones del educador dentro de la universidad son varias, pero ninguna de ellas tiene tal magnitud como la que construye con los estudiantes ya que ésta es la correlación más propia de su proceder profesional y también porque su dedicación a ella no permite postergación. He ahí la jerarquía de su cometido y de las obligaciones morales que conlleva.

Para cerrar decimos que el profesor universitario es el éti/cultor de las personas que entran a  la  universidad  para  convertirse en profesionales y salen como personas humanamente profesionales.

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