Septiembre - diciembre 2022 - Volumen 4 - No. 12
ISSN: 2708 - 7794
ISSN-L: 2708 - 7794
Pp 64 - 71
www.revistamerito.org
Pedagogía del amor: el docente y la
dignificación del sujeto
Pedagogy
of love: the teacher and the dignification of the
subject
Francis Carolina González Pérez
francis.gonzalez@uny.edu.ve
https://orcid.org/0000-0002-2115-5576
Universidad
Yacambú, Lara, Venezuela
Artículo recibido en mayo 2022 | Arbitrado en junio 2022
| Aceptado en julio 2022 | Publicado en septiembre 2022
Resumen
Las líneas de este ensayo tienen como propósito
reflexionar acerca del significado de una pedagogía del amor, iniciando con una
deconstrucción del concepto hasta llegar a una aproximación sensible que devele
el papel del docente en cualquier contexto educativo en el cual esté inmerso.
En este sentido, no hay pretensiones teoréticas formales, sino ofrecer una
estructura narrativa que posibilite la introspección y la vocación de pensar la
realidad educativa como experiencia humana que se vive en el encuentro con el
otro, basado en la dignificación de los sujetos involucrados. El docente tiene
un papel vital como mediador a través de una pedagogía del amor como postura
axiológica y crítica fundamentada en por qué y para qué se educa, en contra de
toda reproducción de exclusión y discriminación para hacer de las aulas,
espacios de aprendizaje y desarrollo de nuestra humanidad.
Palabras clave: Pedagogía; docente; estudiante;
humanidad; amor
Abstract
The purpose of
this essay is to reflecton the meaning of a pedagogy
of love, beginning with a deconstruction of the concept until reaching a
sensitive approach that reveals the role of the teacher in any educational
context in which he or she is immersed. In this sense, there are no formal
theoretical pretensions, but to offer a narrative structure that enables
introspection and the vocation to think about the educational reality as a
human experience that is lived in the encounter with the other, based on the
dignity of the subjects involved. The teacher has a vital role as a mediator
through a pedagogy of love as an axiological and critical position based on why
and for what education is done, against any reproduction of exclusion and
discrimination to make classrooms spaces for learning and development. of our
humanity.
Keywords:
Pedagogy; teacher;
student; humanity; love
La Ideas centrales
Germen conceptual del
amor
Significar
la palabra “amor” no es tarea fácil. El amor es una categoría del ser-hacer y
convivir humano; tal vez la más incomprendida. No obstante, es la palabra más
bella de la lengua hispanoparlante según un estudio de la Escuela de Escritores
de España en el año 2016.
Desde
una perspectiva etimológica, la palabra “amor” proviene del latín amor y deriva
en una serie de palabras como amante, amorío o amoroso, entre otras. La raíz de
la misma es indoeuropea y se expresa como ammaque
significa madre; es la voz infantil para llamarla, como documentan Roberts y
Pastor (1996). Asimismo, el término se relaciona con el verbo latino amare, que
refleja la acción de amar o de dar caricias por parte de la madre (Diccionario
etimológico de Chile, 2019).
Al
ahondar en vocablos y expresiones en nuestras latitudes, las voces indígenas
venezolanas de los pemones tienen una frase definida
solo para expresar el amor Anûnkada (te amo mucho) y
coincidentemente para expresar el pronombre tú, el término usado es amor y el
de la palabra mamá es amai. De esta manera, el amor
en distintas lenguas humanas pareciera tener extraordinarias similitudes a
nivel fonológico y morfológico, así como una categoría de comparación del amor
propiamente dicho: el amor de la madre como referente de su esencia; como
arquetipo conceptual. Al respecto, Jung (1970)supone
la presencia de una Gran Madre que ha arropado el cosmos humano desde el
principio de los tiempos y que reúne lo bondadoso y protector en un sentido
positivo, como una “autoridad mágica de lo femenino” (p.75) y como arquetipo de
uno de los “más elevados valores del alma humana” (p. 77).
Por
otra parte, en la cultura griega el concepto amor estuvo más orientado hacia el
estado sensual erótico, es decir, “en los afectos del alma que partían del
impulso hacia los cuerpos bellos y llegaban al ámbito de lo divino” (Morales
citado en Castro, 2008, p.3). Es así, como realizan la distinción de un tipo de
amor relacionado al deseo: Eros, el cual parte de la mitología griega y
representa la pasión físico-emocional del ser humano, como se muestra en El
Banquete (1871) de Platón. Eros fue concebido en la celebración del nacimiento
de Venus Afrodita, cuando Penia (miseria) se presentó
a mendigar y vio que Poros en el jardín embriagado se quedó dormido. Penia decide solucionar su indigencia y se acostó con él,
concibiendo a Eros.
Pero, la mirada filosófica de los griegos
también aportó tres distinciones adicionales al concepto del Amor: Philia, Storgé y Ágape .La primera, se refiere al amor fraternal que nace de
la admiración mutua, de la camaradería entre dos o más personas para expresar
una reciprocidad en las ideas, gustos, esperanzas y perspectivas de vida. La philia es un amor que no requiere consanguinidad pero que
puede darse entre amigos o incluso entre una pareja que ha evolucionado su
eros, y ha entrado a profundos espacios de intimidad. Según Mallor
y Villegas (2012) la philia es “una invitación a
entrar en el mundo de la otra persona y una apertura del propio para dar lugar
al intercambio de los sentimientos y pensamientos más íntimos” (p.102).
La Storgé por su
parte, refiere un tipo de amor afectuoso orientado al cuidado del otro, a la
lealtad y a la construcción a largo plazo de una relación dentro de la familia.
Este amor se condensa en el amor de los padres e hijos y en general del grupo
familiar, que se compromete al cuidado. Al respecto, dice Lewis (2006):
Desde el
principio se nos presenta como una especie de paradoja. La necesidad y el
amor-necesidad de los pequeños es evidente; lo es asímismo
el amor que les da la madre: ella da a luz, amamanta, protege. Por otro lado,
tiene que dar a luz o morir; tiene que amamantar o sufrir. En este sentido, su
afecto es también una mor-necesidad. Y aquí está la paradoja: es un
amor-necesidad, pero lo que necesita es dar. Es un amor que da, pero necesita
ser necesitado (p.44).
Este
tipo de amor, coincide en amplias maneras con el ideal humano de la relación de
un padre-madre con sus hijos, fundamentado en una ética de cuidado, en el que
estos últimos son acogidos en toda la expresión de su ser y puedan entonces
desplegarse como personas humanas en sociedad. Como bien plantea Mínguez (2014)
“para el hijo, la experiencia de ser acogido significa receptividad, apoyo y
confianza; es sentir la presencia real de los adultos en la condición de padres
que se convierten en orientación, acompañamiento y guía” (p.215).
Por
último, el Ágape representa el amor a la humanidad, cuya pureza incondicional
se inclina hacia el otro en términos de altruismo, compasión, empatía y reflexión.
El amor es el punto de pivote de nuestra humanización, el “motor de la
humanización en la historia nos dio origen (filogénesis) y sigue siéndolo en el
desarrollo de cada ser humano (ontogénesis)” (Buigues
et al., s.f, p.3).
El
concepto de amor, puede también comprenderse a través del Ágape en la filosofía
de San Francisco de Asís que, de acuerdo a Perdomo (2018), es el pensar solo el
bien del ser, “una condición de la existencia del ser (…) que asume el
amor-movimiento como instancia que abre el horizonte a la coexistencia con el
mundo y los otros (…) es el ser que convive desde la alegría y la amabilidad”
(p. 81). Amar es la forma natural del ser humano en el mismo acto de ser; el
hombre-dice Scheler (2008)- en tanto ser humano es un ensamans,
un enscapax amoris, un ente
que ama de forma radical en un acto edificante.
Es
necesario precisar, que cada tipo de amor se presenta de manera compleja en el
ser humano y conviven en una dialéctica dentro de su propio ser, pues el amor
evoluciona y se transforma en la propia vivencia; la experiencia de amar es
distinta en cada persona y ésta la dirige hacia el otro con la energía
particular de sí; otro que aparece como objeto de amor, no en el sentido
instrumental u objetivizante sino en un sentido
vocativo. Idea que coincide con lo expresado por Ortega (1981) “En el amar
abandonamos la quietud y asiento dentro de nosotros, y emigramos virtualmente
hacia el objeto. Y ese constante estar emigrando es estar amando” (p.5).
Ese movimiento hacia el otro, como uno de los
elementos definitorios del amor, ocurre indistintamente del tipo de amor que se
manifieste, siempre hay otro que es amado, no se ama en la soledad del yo
personal, aunque existe un amor propio que es originario. Soy en la medida que
me amo y me aman; o como dice Melendo (2008), el ser
depende del amor que se le prodiga.
Pero, Fromm (2014) arguye algo más: “el
amor es una actividad, no un afecto pasivo, es un estar continuado no un súbito
arranque… amar es fundamentalmente dar no recibir” (p.31). El amor se presenta
entonces, como un movimiento apasionado y repentino y al mismo tiempo
desinteresado, es no esperar nada a cambio pues el valor de amar ya posee su
propio valor agregado de manera natural, aunque cabe agregar que un amor adulto
responsable en cualquiera de sus formas requiere el compromiso humano del otro,
no por deber sino por el sentido de valoración y dignificación de ese otro en
la propia vida.
Este planteamiento, coincide con lo
manifestado por Maturana (1992).
Hablamos de
amor cada vez que tenemos una conducta en la que tratamos al otro como un
legítimo otro en convivencia con nosotros. Al aceptar la legitimidad del otro
nos hacemos responsables de nuestra relación con él o ella, incluso si lo o la
negamos, al mismo tiempo, por esto mismo, el amor es la emoción que funda lo
social (…) En el amor no se está en la exigencia con el otro. La exigencia
niega la legitimidad del otro (p.36).
Amar
entonces, requiere la aceptación de ese otro y su acogida, pero supone a su vez
un movimiento desde el “yo” hacia el “tú” porque es éste que convoca la amorosidad o el estado amoroso; es decir, el que ama se
siente responsable de alguna forma de la otra vulnerabilidad humana. Esto es,
la llamada alteridad que defiende Levinas (1999); es
una respuesta dirigida a otro “que no espera el favor de vuelta, es
desinteresada y esa vulnerabilidad a la que alude se puede asimilar a la propia
condición humana, pues entiende que todos somos vulnerables y sufrientes por el
simple hecho de ser humanos” (Gutiérrez y Pedreño, 2018, p. 109).
Pero
el tema del amor manifiesta diversas aristas, desde quienes han intentado hacer
aproximaciones sensibles a su concepción. Sellés
(2013) por su parte, propone tres líneas de interpretación acerca del amor
según diferentes autores que han profundizado en su estudio: Amor como una
pasión (Fromm, Marcuse), Amor como un sentimiento (Arendt,
Hildebrand) y Amor como un estado, condición o
situación del sujeto (Marías, Cavadas). Sin embargo, a pesar de los desafíos y
tensiones que emergen entre los estudiosos, es la visión del amor como realidad
humana principal, que según Sellés (2013) resalta
entre cualquier postura o idea teorética, es el amor como acto del ser y no
solo como acción externa lo que el autor recomienda en el tratamiento del amor.
Siendo
el amor un concepto humano tan vital e importante por implicar la misma esencia
del ser-hacer, suele en ocasiones tratarse de manera banal por su utilización
superficial y desproporcionada al cual se le asigna el “amor” a cualquier
relación humana con algún objeto o situación satisfactoria: el amor se ha
confundido con cualquier deseo, incluso a objetos materiales (“amo mi
teléfono).
A pesar de ello, el amor sigue siendo la
principal búsqueda del espíritu humano, un estado, un movimiento, la principal
ocupación verdaderamente humana, es la esencia de las relaciones, el llamado
vocativo hacia el otro en su condición de persona, una fuerza que moviliza el
actuar hacia el bienestar del prójimo y de sí mismo, ya que, “el fundamento de
la persona no es el conocimiento, sino el amor” (Buigues,
et al. s.f. p.5).
Pedagogía del Amor
Aprender la condición humana es difícil,
mayor reto es enseñarla
Cussiánovich
Si el amor es el principal movimiento de la
existencia y esencia del ser humano, cada escenario en el que despliega su ser
debería permitirle relacionarse en y desde el amor, como forma natural de
encuentro con el otro. Pero, la condición de ser humano, requiere algo más,
personas dispuestas a situarse en convivencia y a explorar las posibilidades
personales de llegar a ser con respeto de sí mismos y de los demás; para ello
es imprescindible una pedagogía humanizante y
dignificante del ser; una pedagogía del amor.
Cabe
preguntarse, ¿qué significa una pedagogía del amor?, ¿tiene al amor cabida en
el escenario educativo? ¿Puede enseñarse? Primeramente, la pedagogía como
categoría disciplinar de estudio presenta una multiplicidad de abordajes y
significados, así como variados diálogos con otras áreas del saber. Según
Flórez (2005) la pedagogía es una disciplina que realiza estudios y plantea
estrategias que le permitan al niño salir de su condición natural hasta llegar
a la mayoría de edad “como ser racional autoconsciente y libre” (p.13).
Asimismo, asegura que la pedagogía proviene de una vertiente sociohumanística.
Por
lo tanto, la pedagogía no se trata solo de un conjunto de fundamentos, métodos,
procedimientos o actividades de enseñanza-aprendizaje, también sugiere un nivel
de implicación de los involucrados en el proceso educativo y una actitud atenta
de quien enseña al saber “leer” los recursos que necesita el aprendiz para
comprender el mundo, además de reconocer que en ese proceso ambos
(docente-aprendiz) se transforman (Freire, 2005).
Desde
una perspectiva fenomenológica hermenéutica, Van Manen (2010) expresa: “La
pedagogía es la fascinación por el crecimiento del otro” (p. 29). Es entonces,
en la posibilidad de ver al otro en desarrollo y ser parte de esa experiencia
que sucede el acto pedagógico de amor, porque esa fascinación requiere también
compromiso en que se hará todo cuanto sea posible para que el otro aprenda;
todo para que logre sus metas, se desarrolle como persona íntegra e integral.
El movimiento natural del amor hacia otro ser humano, en el proceso educativo
se convierte en un actuar y un propósito pedagógico, que convoca al docente a
dar lo mejor de sí y desplegar sus saberes para compartirlos con cada aprendiz,
respetando su mundo personal y la diversidad de su ser; creyendo que dicho
aprendiz es capaz de, tomando en cuenta las opciones máximas de ser de los
educandos (Vásquez, 2019).
Por
su parte, Cussianovich (2010) sostiene que “la
pedagogía del amor no es un asunto metodológico-instrumental, es una pedagogía
para la trascendencia de consciencia, el amor es experiencia, es una
perspectiva pedagógica con una matriz existencial propia y epistémica (p.78).
En este sentido, la pedagogía del amor sitúa a ambos –docente y aprendiz- en
una relación en que se inciden mutuamente, sin perder su identidad, se autoconstruyen
asumiendo la realidad para sí junto a todas las vivencias aprehendidas en su
conciencia, pero con una concepción vinculante, es decir, que están
amorosamente vinculados como humanos en un acto educativo, la relieance que plantea Morín en su enfoque complejo.
El amor aparece entonces en el escenario
educativo, para vincular nuestra humanidad en un acto que en principio acepta
al aprendiz como sujeto ávido por conocer y que puede experimentar el
aprendizaje como parte de la vida, como experiencia de expansión de su propia
conciencia, de quien es, por lo tanto educar también es amar, al procurar el
mayor bien posible al aprendiz-estudiante, es querer que logre ser quien es,
que sea la mejor persona posible; el amor es pues un principio pedagógico esencial
(Pérez Esclarín, 2008).
En este escenario, existe un amor dirigido
a través del mismo acto educativo que concibe al individuo como persona en
condición de educabilidad en la búsqueda de su propia construcción y de una
sociedad nueva y mejor sostenida, por estos seres educados para la vida misma
en convivencia. La pedagogía del amor es la posibilidad de rescatar lo humano,
nuestra esencia como aprendices de amor y para el amor; es un movimiento para
formar a la persona en todo su esplendor. ¿Por qué? Interroga Toro (2019),
porque el pedagogo cree en lo humano.
Pero un espacio para desplegar una
pedagogía del amor brinda seguridad y confianza y sobretodo incluye a todos,
porque se fundamenta en la dignidad e igualdad de todos los seres humanos, así
como su capacidad innata de ser educado. Por eso, “respeta los ritmos y modos
de aprender de cada uno y siempre está dispuesto a brindar una nueva
oportunidad” (Pérez Esclarín, 2008, p.14).
De
allí, que la pedagogía del amor, también es inclusiva y alegre promoviendo el
interés por aprender, el entusiasmo del asombro y descubrimiento del mundo.
Rodríguez (2016) resalta la importancia de que los aprendientes sientan placer
de estar en clase, que sea un espacio:
Donde
se vincula en una gran red educativa, el conocimiento, la práctica, la asertividad, la resiliencia, todo en una resonancia
educativa y pedagógica, que nos define, que nos prepara para ser seres nuevos,
en busca de una sociedad nueva, sin exclusión, pero sobre todo sin pobreza
(p.22).
Tal
vez, el gran reto de esta perspectiva pedagógica es cómo ayudar a superar los
límites de la exclusión social y educativa que se ha creado en la cultura
occidental, cómo mirarnos a través de la comprensión de que todos conforman la
humanidad; la humanidad es un todo y por lo tanto,
todo acto o situación de exclusión, nos niega a nosotros mismos como humanos,
niega la naturaleza amorosa de nuestro ser.
En lo
educativo, el docente tiene el reto de crear un espacio de acogida y
hospitalidad del ser para cada uno de los niños y jóvenes que asisten
continuamente a sus clases, un espacio donde no se reproduzcan las situaciones
de exclusión que existen fuera de los muros institucionales, pero también
ofrecerles la posibilidad que cada estudiante cree y construya nuevas alternativas
para sí mismo y que sea capaz de superar los obstáculos que pudieran
encontrarse en la sociedad.
Es el
escenario educativo, el espacio idóneo para comprender y comprenderse, para
amar a un otro con el cual no hay relación de consanguinidad, donde el pretexto
de amar y encontrarse con el otro reside en el mismo hecho de que es un otro al
cual respeto y dignifico en el sistema de interacciones que se producen al
dialogar, compartir y aprender juntos. Esta idea, se vincula con lo expuesto
con Maturana (1996): “¿Cómo se aprende a amar? En el vivir las acciones que
constituyen al otro como un legítimo otro en la convivencia” (p.44); así pues,
el escenario educativo es también un espacio de alteridad en el cual se
desarrollan distintas personas juntas.
La pedagogía del amor, es también entonces,
una pedagogía de la alteridad. Esto supone una relación ética entre el docente
y el estudiante que requiere una aceptación mutua, un reconocimiento de la
presencia del otro para hacerse responsable del proceso de enseñar y aprender,
en el entendido de que este encuentro pedagógico transformará ambas vidas
reafirmando su dignidad humana, y como exponen Gutiérrez y Pedreño (2018),
requiere que se tome en cuenta “al sujeto con todo su entorno, sus
circunstancias históricas y sociales, su pasado, su presente, su futuro, lo
cual pone de manifiesto que el sujeto es un ser social y como tal no puede
explicarse sin los otros” (p.110).
En este sentido, la pedagogía del amor,
tiene una concepción particular del ser como sujeto cogno-sintiente,
capaz de autoconstruirse en el escenario de vida. Un sujeto que aprende siempre
durante toda la vida, y sobre todo, con la mediación y
acompañamiento de los otros, entre los cuales, el docente se convierte en un
ferviente creyente de la capacidad de aprender, imaginar, crear y generar
conocimiento que tiene el aprendiz, en un ambiente de confianza y respeto
independientemente del nivel educativo. Definitivamente, un docente puede hacer
y marcar la diferencia en la vida de un estudiante (Lotito, 2022).
CONCLUSIONES
Amar
lo pedagógico y enseñar amorosamente son acciones fundamentales de un docente
comprometido con su quehacer, en la búsqueda continua de mejorar su propia práctica
para ofrecer encuentros y mediaciones de calidad, que dignifiquen al aprendiz;
se educa mejor, porque se cree en lo educativo como trascendencia y posibilidad
del llegar a ser. El amor en este sentido, no es una afectividad superficial,
es un movimiento hacia el otro basado en la creencia en las capacidades de
quien aprende, y por ello, se enseña con calidad procurando la adquisición y
desarrollo de saberes para enfrentar la vida y la profesionalidad futura. La
pedagogía del amor, no es un asunto para maestros de los primeros niveles
educativos, es una postura axiológica y crítica del docente
fundamentada en por qué y para qué se educa, en contra de toda
reproducción de exclusión y discriminación para hacer de las aulas, espacios de
aprendizaje y desarrollo de nuestra humanidad.
REFERENCIAS
Buigues, P. (s.f). De la
biología del amor a la pedagogía del afecto y el amor o de la necesidad de
caminar hacia entornos educativos saludables y de calidad. Mesa de trabajo en
Innovación en Educación en Valores del Cefire de
Elche. https://xdoc.
mx/preview/de-la-biologia-del-amor-a-la-pedagogia-del-afecto-y-el-amor-o-de-la-
6084eb9ce7115
Castro
R., Libia Brenda. (2008). El amor como concepto filosófico y práctica de vida,
entrevista con Edgar Morales. Revista Digital Universitaria, 9(11).
http://www.revista. unam.mx/vol.9/num11/art92/int92.htm
Diccionario
etimológico de Chile. (2019)
Flórez,
R. (2005). Pedagogía del conocimiento. Bogotá: Mc Graw Hill
Freire,
P. (2005). Pedagogía de la esperanza. México: Siglo Veintiuno Editores
Fromm,
E. (2014). El arte de amar. España: Paidós
Gutiérrez,
M. y Pedreño, M. (2018). La Pedagogía de la Alteridad como paradigma de la
educación en valores morales. III Congreso internacional virtual sobre La
Educación en el Siglo XXI. https://www.eumed.net/ actas/18/educacion/8-la-pedagogia-de-la-alteridad.pdf
Jung,
C. (1970). Arquetipos e Inconsciente colectivo. Barcelona: Paidós
Levinas, E. (1999). La genealogía de la ética.
Madrid: Encuentro
Lewis,
C. (2006). Los cuatro amores. New York: Harper Colins
Lotito, F. (2022). Los profesores que hacen -y que marcan- la diferencia. Revista Honoris
Causa, 14(1), 21–50. https://revista.uny. edu.ve/ojs/index.php/honoris-causa/article/ view/89
Mallor, P. y Villegas, M. (2012). La dimensión
estructural y evolutiva en las relaciones de pareja. Acción Psicológica,
9(2),97- 109. https://www.redalyc.org/articulo. oa?id=344030770009
Maturana,
H. (1992). El sentido de lo humano. Santiago de Chile: Dolmen
Melendo, T. (2008). Ámbito natural de la
educación: La familia. México: Trillas
Minguez, R. (2014). Ética de la vida familiar y
transmisión de valores morales. Revista de Educación, 363, 210-229.
https://digitum. um.es/xmlui/bitstream/10201/46491/1/
MINGUEZtic..s.pdf
Ortega,
J. (1981). Estudios sobre el amor. Antología. Buenos Aires: Revista de
Occidente en Alianza Editorial.
Perdomo,
Y. (2018). Ser en Convivencia con otros. Homoneidad Alteri Preeminente de Ser en Otro. Venezuela: FONDEIN UPEL.
https://doi.org/10.46498/upelipb.lib.0003
Pérez
Esclarín, A. (2008). Aprender es Divertido. Caracas:
Fe y Alegría
Roberts,
E. y Pastor, B. (1996). Diccionario Etimológico Indoeuropeo de la Lengua
Española. Primera Edición
Rodríguez
Silva, I. (2017). Educar para la vida: Un docente desde la pedagogía del amor.
Revista Universitaria Del Caribe, 17(2), 20– 25.
https://doi.org/10.5377/ruc.v17i2.3234
Scheler,
M. (2008). Ordo amoris. Madrid: Caparrós Editores
Sellés, J. (2013). Trascendentalidad
del amor personal humano: Un estudio sobre la antropología de L. Polo. Tópicos
(México), (45), 235-268. http://www.scielo.org.mx/ scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-
66492013000200007&lng=es&tlng=es
Toro,
T. (2019). 8. La práctica educativa. trasunto de lo humano: filosofar lo humano
como teleología en lo pedagógico-educativo. Revista EDUCARE - UPEL-IPB -
Segunda Nueva Etapa 2.0, 23(3), 186–201. https://doi.org/10.46498/reduipb.v23i3.1174
Van
Manen, M. (2010). El Tacto en la enseñanza. El significado de la sensibilidad
pedagógica. Paidós
Vásquez M., M. M. (2019). 7. Educación personalizante. propuesta para una vía de acción a la
inclusión educativa. Revista EDUCARE - UPEL-IPB - Segunda Nueva Etapa 2.0,
23(1), 159–187. https://doi. org/10.46498/reduipb.v23i1.15