Septiembre - diciembre 2022 - Volumen 4 - No. 12

ISSN: 2708 - 7794

ISSN-L: 2708 - 7794

Pp 64 - 71

www.revistamerito.org

 

 

Pedagog�a del amor: el docente y la dignificaci�n del sujeto

 

Pedagogy of love: the teacher and the dignification of the subject

 

Francis Carolina Gonz�lez P�rez

francis.gonzalez@uny.edu.ve

https://orcid.org/0000-0002-2115-5576

Universidad Yacamb�, Lara, Venezuela

 

Art�culo recibido en mayo 2022 | Arbitrado en junio 2022 | Aceptado en julio 2022 | Publicado en septiembre 2022

 

Resumen

Las l�neas de este ensayo tienen como prop�sito reflexionar acerca del significado de una pedagog�a del amor, iniciando con una deconstrucci�n del concepto hasta llegar a una aproximaci�n sensible que devele el papel del docente en cualquier contexto educativo en el cual est� inmerso. En este sentido, no hay pretensiones teor�ticas formales, sino ofrecer una estructura narrativa que posibilite la introspecci�n y la vocaci�n de pensar la realidad educativa como experiencia humana que se vive en el encuentro con el otro, basado en la dignificaci�n de los sujetos involucrados. El docente tiene un papel vital como mediador a trav�s de una pedagog�a del amor como postura axiol�gica y cr�tica fundamentada en por qu� y para qu� se educa, en contra de toda reproducci�n de exclusi�n y discriminaci�n para hacer de las aulas, espacios de aprendizaje y desarrollo de nuestra humanidad.

 

Palabras clave: Pedagog�a; docente; estudiante; humanidad; amor

 

Abstract

The purpose of this essay is to reflecton the meaning of a pedagogy of love, beginning with a deconstruction of the concept until reaching a sensitive approach that reveals the role of the teacher in any educational context in which he or she is immersed. In this sense, there are no formal theoretical pretensions, but to offer a narrative structure that enables introspection and the vocation to think about the educational reality as a human experience that is lived in the encounter with the other, based on the dignity of the subjects involved. The teacher has a vital role as a mediator through a pedagogy of love as an axiological and critical position based on why and for what education is done, against any reproduction of exclusion and discrimination to make classrooms spaces for learning and development. of our humanity.

 

Keywords: Pedagogy; teacher; student; humanity; love

 

La Ideas centrales

Germen conceptual del amor

Significar la palabra �amor� no es tarea f�cil. El amor es una categor�a del ser-hacer y convivir humano; tal vez la m�s incomprendida. No obstante, es la palabra m�s bella de la lengua hispanoparlante seg�n un estudio de la Escuela de Escritores de Espa�a en el a�o 2016.

Desde una perspectiva etimol�gica, la palabra �amor� proviene del lat�n amor y deriva en una serie de palabras como amante, amor�o o amoroso, entre otras. La ra�z de la misma es indoeuropea y se expresa como ammaque significa madre; es la voz infantil para llamarla, como documentan Roberts y Pastor (1996). Asimismo, el t�rmino se relaciona con el verbo latino amare, que refleja la acci�n de amar o de dar caricias por parte de la madre (Diccionario etimol�gico de Chile, 2019).

Al ahondar en vocablos y expresiones en nuestras latitudes, las voces ind�genas venezolanas de los pemones tienen una frase definida solo para expresar el amor An�nkada (te amo mucho) y coincidentemente para expresar el pronombre t�, el t�rmino usado es amor y el de la palabra mam� es amai. De esta manera, el amor en distintas lenguas humanas pareciera tener extraordinarias similitudes a nivel fonol�gico y morfol�gico, as� como una categor�a de comparaci�n del amor propiamente dicho: el amor de la madre como referente de su esencia; como arquetipo conceptual. Al respecto, Jung (1970)supone la presencia de una Gran Madre que ha arropado el cosmos humano desde el principio de los tiempos y que re�ne lo bondadoso y protector en un sentido positivo, como una �autoridad m�gica de lo femenino� (p.75) y como arquetipo de uno de los �m�s elevados valores del alma humana� (p. 77).

Por otra parte, en la cultura griega el concepto amor estuvo m�s orientado hacia el estado sensual er�tico, es decir, �en los afectos del alma que part�an del impulso hacia los cuerpos bellos y llegaban al �mbito de lo divino� (Morales citado en Castro, 2008, p.3). Es as�, como realizan la distinci�n de un tipo de amor relacionado al deseo: Eros, el cual parte de la mitolog�a griega y representa la pasi�n f�sico-emocional del ser humano, como se muestra en El Banquete (1871) de Plat�n. Eros fue concebido en la celebraci�n del nacimiento de Venus Afrodita, cuando Penia (miseria) se present� a mendigar y vio que Poros en el jard�n embriagado se qued� dormido. Penia decide solucionar su indigencia y se acost� con �l, concibiendo a Eros.

Pero, la mirada filos�fica de los griegos tambi�n aport� tres distinciones adicionales al concepto del Amor: Philia, Storg� y �gape .La primera, se refiere al amor fraternal que nace de la admiraci�n mutua, de la camarader�a entre dos o m�s personas para expresar una reciprocidad en las ideas, gustos, esperanzas y perspectivas de vida. La philia es un amor que no requiere consanguinidad pero que puede darse entre amigos o incluso entre una pareja que ha evolucionado su eros, y ha entrado a profundos espacios de intimidad. Seg�n Mallor y Villegas (2012) la philia es �una invitaci�n a entrar en el mundo de la otra persona y una apertura del propio para dar lugar al intercambio de los sentimientos y pensamientos m�s �ntimos� (p.102).

La Storg� por su parte, refiere un tipo de amor afectuoso orientado al cuidado del otro, a la lealtad y a la construcci�n a largo plazo de una relaci�n dentro de la familia. Este amor se condensa en el amor de los padres e hijos y en general del grupo familiar, que se compromete al cuidado. Al respecto, dice Lewis (2006):

Desde el principio se nos presenta como una especie de paradoja. La necesidad y el amor-necesidad de los peque�os es evidente; lo es as�mismo el amor que les da la madre: ella da a luz, amamanta, protege. Por otro lado, tiene que dar a luz o morir; tiene que amamantar o sufrir. En este sentido, su afecto es tambi�n una mor-necesidad. Y aqu� est� la paradoja: es un amor-necesidad, pero lo que necesita es dar. Es un amor que da, pero necesita ser necesitado (p.44).

Este tipo de amor, coincide en amplias maneras con el ideal humano de la relaci�n de un padre-madre con sus hijos, fundamentado en una �tica de cuidado, en el que estos �ltimos son acogidos en toda la expresi�n de su ser y puedan entonces desplegarse como personas humanas en sociedad. Como bien plantea M�nguez (2014) �para el hijo, la experiencia de ser acogido significa receptividad, apoyo y confianza; es sentir la presencia real de los adultos en la condici�n de padres que se convierten en orientaci�n, acompa�amiento y gu�a� (p.215).

Por �ltimo, el �gape representa el amor a la humanidad, cuya pureza incondicional se inclina hacia el otro en t�rminos de altruismo, compasi�n, empat�a y reflexi�n. El amor es el punto de pivote de nuestra humanizaci�n, el �motor de la humanizaci�n en la historia nos dio origen (filog�nesis) y sigue si�ndolo en el desarrollo de cada ser humano (ontog�nesis)� (Buigues et al., s.f, p.3).

El concepto de amor, puede tambi�n comprenderse a trav�s del �gape en la filosof�a de San Francisco de As�s que, de acuerdo a Perdomo (2018), es el pensar solo el bien del ser, �una condici�n de la existencia del ser (�) que asume el amor-movimiento como instancia que abre el horizonte a la coexistencia con el mundo y los otros (�) es el ser que convive desde la alegr�a y la amabilidad� (p. 81). Amar es la forma natural del ser humano en el mismo acto de ser; el hombre-dice Scheler (2008)- en tanto ser humano es un ensamans, un enscapax amoris, un ente que ama de forma radical en un acto edificante.

Es necesario precisar, que cada tipo de amor se presenta de manera compleja en el ser humano y conviven en una dial�ctica dentro de su propio ser, pues el amor evoluciona y se transforma en la propia vivencia; la experiencia de amar es distinta en cada persona y �sta la dirige hacia el otro con la energ�a particular de s�; otro que aparece como objeto de amor, no en el sentido instrumental u objetivizante sino en un sentido vocativo. Idea que coincide con lo expresado por Ortega (1981) �En el amar abandonamos la quietud y asiento dentro de nosotros, y emigramos virtualmente hacia el objeto. Y ese constante estar emigrando es estar amando� (p.5).

Ese movimiento hacia el otro, como uno de los elementos definitorios del amor, ocurre indistintamente del tipo de amor que se manifieste, siempre hay otro que es amado, no se ama en la soledad del yo personal, aunque existe un amor propio que es originario. Soy en la medida que me amo y me aman; o como dice Melendo (2008), el ser depende del amor que se le prodiga.

Pero, Fromm (2014) arguye algo m�s: �el amor es una actividad, no un afecto pasivo, es un estar continuado no un s�bito arranque� amar es fundamentalmente dar no recibir� (p.31). El amor se presenta entonces, como un movimiento apasionado y repentino y al mismo tiempo desinteresado, es no esperar nada a cambio pues el valor de amar ya posee su propio valor agregado de manera natural, aunque cabe agregar que un amor adulto responsable en cualquiera de sus formas requiere el compromiso humano del otro, no por deber sino por el sentido de valoraci�n y dignificaci�n de ese otro en la propia vida.

Este planteamiento, coincide con lo manifestado por Maturana (1992).

Hablamos de amor cada vez que tenemos una conducta en la que tratamos al otro como un leg�timo otro en convivencia con nosotros. Al aceptar la legitimidad del otro nos hacemos responsables de nuestra relaci�n con �l o ella, incluso si lo o la negamos, al mismo tiempo, por esto mismo, el amor es la emoci�n que funda lo social (�) En el amor no se est� en la exigencia con el otro. La exigencia niega la legitimidad del otro (p.36).

Amar entonces, requiere la aceptaci�n de ese otro y su acogida, pero supone a su vez un movimiento desde el �yo� hacia el �t�� porque es �ste que convoca la amorosidad o el estado amoroso; es decir, el que ama se siente responsable de alguna forma de la otra vulnerabilidad humana. Esto es, la llamada alteridad que defiende Levinas (1999); es una respuesta dirigida a otro �que no espera el favor de vuelta, es desinteresada y esa vulnerabilidad a la que alude se puede asimilar a la propia condici�n humana, pues entiende que todos somos vulnerables y sufrientes por el simple hecho de ser humanos� (Guti�rrez y Pedre�o, 2018, p. 109).

Pero el tema del amor manifiesta diversas aristas, desde quienes han intentado hacer aproximaciones sensibles a su concepci�n. Sell�s (2013) por su parte, propone tres l�neas de interpretaci�n acerca del amor seg�n diferentes autores que han profundizado en su estudio: Amor como una pasi�n (Fromm, Marcuse), Amor como un sentimiento (Arendt, Hildebrand) y Amor como un estado, condici�n o situaci�n del sujeto (Mar�as, Cavadas). Sin embargo, a pesar de los desaf�os y tensiones que emergen entre los estudiosos, es la visi�n del amor como realidad humana principal, que seg�n Sell�s (2013) resalta entre cualquier postura o idea teor�tica, es el amor como acto del ser y no solo como acci�n externa lo que el autor recomienda en el tratamiento del amor.

Siendo el amor un concepto humano tan vital e importante por implicar la misma esencia del ser-hacer, suele en ocasiones tratarse de manera banal por su utilizaci�n superficial y desproporcionada al cual se le asigna el �amor� a cualquier relaci�n humana con alg�n objeto o situaci�n satisfactoria: el amor se ha confundido con cualquier deseo, incluso a objetos materiales (�amo mi tel�fono).

A pesar de ello, el amor sigue siendo la principal b�squeda del esp�ritu humano, un estado, un movimiento, la principal ocupaci�n verdaderamente humana, es la esencia de las relaciones, el llamado vocativo hacia el otro en su condici�n de persona, una fuerza que moviliza el actuar hacia el bienestar del pr�jimo y de s� mismo, ya que, �el fundamento de la persona no es el conocimiento, sino el amor� (Buigues, et al. s.f. p.5).

Pedagog�a del Amor

Aprender la condici�n humana es dif�cil,

mayor reto es ense�arla

Cussi�novich

Si el amor es el principal movimiento de la existencia y esencia del ser humano, cada escenario en el que despliega su ser deber�a permitirle relacionarse en y desde el amor, como forma natural de encuentro con el otro. Pero, la condici�n de ser humano, requiere algo m�s, personas dispuestas a situarse en convivencia y a explorar las posibilidades personales de llegar a ser con respeto de s� mismos y de los dem�s; para ello es imprescindible una pedagog�a humanizante y dignificante del ser; una pedagog�a del amor.

Cabe preguntarse, �qu� significa una pedagog�a del amor?, �tiene al amor cabida en el escenario educativo? �Puede ense�arse? Primeramente, la pedagog�a como categor�a disciplinar de estudio presenta una multiplicidad de abordajes y significados, as� como variados di�logos con otras �reas del saber. Seg�n Fl�rez (2005) la pedagog�a es una disciplina que realiza estudios y plantea estrategias que le permitan al ni�o salir de su condici�n natural hasta llegar a la mayor�a de edad �como ser racional autoconsciente y libre� (p.13). Asimismo, asegura que la pedagog�a proviene de una vertiente sociohuman�stica.

Por lo tanto, la pedagog�a no se trata solo de un conjunto de fundamentos, m�todos, procedimientos o actividades de ense�anza-aprendizaje, tambi�n sugiere un nivel de implicaci�n de los involucrados en el proceso educativo y una actitud atenta de quien ense�a al saber �leer� los recursos que necesita el aprendiz para comprender el mundo, adem�s de reconocer que en ese proceso ambos (docente-aprendiz) se transforman (Freire, 2005).

Desde una perspectiva fenomenol�gica hermen�utica, Van Manen (2010) expresa: �La pedagog�a es la fascinaci�n por el crecimiento del otro� (p. 29). Es entonces, en la posibilidad de ver al otro en desarrollo y ser parte de esa experiencia que sucede el acto pedag�gico de amor, porque esa fascinaci�n requiere tambi�n compromiso en que se har� todo cuanto sea posible para que el otro aprenda; todo para que logre sus metas, se desarrolle como persona �ntegra e integral. El movimiento natural del amor hacia otro ser humano, en el proceso educativo se convierte en un actuar y un prop�sito pedag�gico, que convoca al docente a dar lo mejor de s� y desplegar sus saberes para compartirlos con cada aprendiz, respetando su mundo personal y la diversidad de su ser; creyendo que dicho aprendiz es capaz de, tomando en cuenta las opciones m�ximas de ser de los educandos (V�squez, 2019).

Por su parte, Cussianovich (2010) sostiene que �la pedagog�a del amor no es un asunto metodol�gico-instrumental, es una pedagog�a para la trascendencia de consciencia, el amor es experiencia, es una perspectiva pedag�gica con una matriz existencial propia y epist�mica (p.78). En este sentido, la pedagog�a del amor sit�a a ambos �docente y aprendiz- en una relaci�n en que se inciden mutuamente, sin perder su identidad, se autoconstruyen asumiendo la realidad para s� junto a todas las vivencias aprehendidas en su conciencia, pero con una concepci�n vinculante, es decir, que est�n amorosamente vinculados como humanos en un acto educativo, la relieance que plantea Mor�n en su enfoque complejo.

El amor aparece entonces en el escenario educativo, para vincular nuestra humanidad en un acto que en principio acepta al aprendiz como sujeto �vido por conocer y que puede experimentar el aprendizaje como parte de la vida, como experiencia de expansi�n de su propia conciencia, de quien es, por lo tanto educar tambi�n es amar, al procurar el mayor bien posible al aprendiz-estudiante, es querer que logre ser quien es, que sea la mejor persona posible; el amor es pues un principio pedag�gico esencial (P�rez Esclar�n, 2008).

En este escenario, existe un amor dirigido a trav�s del mismo acto educativo que concibe al individuo como persona en condici�n de educabilidad en la b�squeda de su propia construcci�n y de una sociedad nueva y mejor sostenida, por estos seres educados para la vida misma en convivencia. La pedagog�a del amor es la posibilidad de rescatar lo humano, nuestra esencia como aprendices de amor y para el amor; es un movimiento para formar a la persona en todo su esplendor. �Por qu�? Interroga Toro (2019), porque el pedagogo cree en lo humano.

Pero un espacio para desplegar una pedagog�a del amor brinda seguridad y confianza y sobretodo incluye a todos, porque se fundamenta en la dignidad e igualdad de todos los seres humanos, as� como su capacidad innata de ser educado. Por eso, �respeta los ritmos y modos de aprender de cada uno y siempre est� dispuesto a brindar una nueva oportunidad� (P�rez Esclar�n, 2008, p.14).

De all�, que la pedagog�a del amor, tambi�n es inclusiva y alegre promoviendo el inter�s por aprender, el entusiasmo del asombro y descubrimiento del mundo. Rodr�guez (2016) resalta la importancia de que los aprendientes sientan placer de estar en clase, que sea un espacio:

Donde se vincula en una gran red educativa, el conocimiento, la pr�ctica, la asertividad, la resiliencia, todo en una resonancia educativa y pedag�gica, que nos define, que nos prepara para ser seres nuevos, en busca de una sociedad nueva, sin exclusi�n, pero sobre todo sin pobreza (p.22).

Tal vez, el gran reto de esta perspectiva pedag�gica es c�mo ayudar a superar los l�mites de la exclusi�n social y educativa que se ha creado en la cultura occidental, c�mo mirarnos a trav�s de la comprensi�n de que todos conforman la humanidad; la humanidad es un todo y por lo tanto, todo acto o situaci�n de exclusi�n, nos niega a nosotros mismos como humanos, niega la naturaleza amorosa de nuestro ser.

En lo educativo, el docente tiene el reto de crear un espacio de acogida y hospitalidad del ser para cada uno de los ni�os y j�venes que asisten continuamente a sus clases, un espacio donde no se reproduzcan las situaciones de exclusi�n que existen fuera de los muros institucionales, pero tambi�n ofrecerles la posibilidad que cada estudiante cree y construya nuevas alternativas para s� mismo y que sea capaz de superar los obst�culos que pudieran encontrarse en la sociedad.

Es el escenario educativo, el espacio id�neo para comprender y comprenderse, para amar a un otro con el cual no hay relaci�n de consanguinidad, donde el pretexto de amar y encontrarse con el otro reside en el mismo hecho de que es un otro al cual respeto y dignifico en el sistema de interacciones que se producen al dialogar, compartir y aprender juntos. Esta idea, se vincula con lo expuesto con Maturana (1996): ��C�mo se aprende a amar? En el vivir las acciones que constituyen al otro como un leg�timo otro en la convivencia� (p.44); as� pues, el escenario educativo es tambi�n un espacio de alteridad en el cual se desarrollan distintas personas juntas.

La pedagog�a del amor, es tambi�n entonces, una pedagog�a de la alteridad. Esto supone una relaci�n �tica entre el docente y el estudiante que requiere una aceptaci�n mutua, un reconocimiento de la presencia del otro para hacerse responsable del proceso de ense�ar y aprender, en el entendido de que este encuentro pedag�gico transformar� ambas vidas reafirmando su dignidad humana, y como exponen Guti�rrez y Pedre�o (2018), requiere que se tome en cuenta �al sujeto con todo su entorno, sus circunstancias hist�ricas y sociales, su pasado, su presente, su futuro, lo cual pone de manifiesto que el sujeto es un ser social y como tal no puede explicarse sin los otros� (p.110).

En este sentido, la pedagog�a del amor, tiene una concepci�n particular del ser como sujeto cogno-sintiente, capaz de autoconstruirse en el escenario de vida. Un sujeto que aprende siempre durante toda la vida, y sobre todo, con la mediaci�n y acompa�amiento de los otros, entre los cuales, el docente se convierte en un ferviente creyente de la capacidad de aprender, imaginar, crear y generar conocimiento que tiene el aprendiz, en un ambiente de confianza y respeto independientemente del nivel educativo. Definitivamente, un docente puede hacer y marcar la diferencia en la vida de un estudiante (Lotito, 2022).


CONCLUSIONES

Amar lo pedag�gico y ense�ar amorosamente son acciones fundamentales de un docente comprometido con su quehacer, en la b�squeda continua de mejorar su propia pr�ctica para ofrecer encuentros y mediaciones de calidad, que dignifiquen al aprendiz; se educa mejor, porque se cree en lo educativo como trascendencia y posibilidad del llegar a ser. El amor en este sentido, no es una afectividad superficial, es un movimiento hacia el otro basado en la creencia en las capacidades de quien aprende, y por ello, se ense�a con calidad procurando la adquisici�n y desarrollo de saberes para enfrentar la vida y la profesionalidad futura. La pedagog�a del amor, no es un asunto para maestros de los primeros niveles educativos, es una postura axiol�gica y cr�tica del docente fundamentada en por qu� y para qu� se educa, en contra de toda reproducci�n de exclusi�n y discriminaci�n para hacer de las aulas, espacios de aprendizaje y desarrollo de nuestra humanidad.

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